Octava carta: la balanza del poder. 

Todo proceso completo, es el resultado de una serie de eventos consecutivos que tienen que ser vividos de forma plena, percibiendo cada emoción, como sucede con la primera de las tres partes de los arcanos mayores del Tarot (cada una de siete cartas); abriendo la parte central con una maternal evaluación de lo vivido, que vemos en la siguiente carta: “La Justicia”  

La estampa nos muestra a una mujer con una hermosa corona, sentada sobre un trono entre dos columnas y mirándonos de frente. En la mano derecha empuña la espada, cuya punta está dirigida hacia arriba; en la mano izquierda sostiene una balanza. 

La espada de esta mujer representa más el poder, que la fuerza, esta apunta hacia arriba, lo que significa que la fuerza es centrifuga, es decir, implica un incremento en el plano físico y emocional.   

La balanza es la ley conservadora del movimiento y de la vida, el equilibrio entre el día y la noche, el yin y el yang, la dualidad humana, la vigilia y el sueño. 

Vemos que la imagen de la justicia en el Tarot, no es ciega, todo lo contrario, vela por la verdad, espada en mano y con una balanza en la otra. Además, mira de frente, como recordándonos que a toda acción corresponde una reacción, es el acto reivindicatorio, el asumir la parte que te toca de responsabilidad en cualquier evento, así sea la fracción más pequeña; ya que solo el ignorante se puede considerar inocente.  

A esta carta le corresponde el número ocho; y así como el número siete se encuentra vinculado a conceptos que clasifican y definen frecuencias sonoras, visuales, o cualquier otra que pueda ser perceptible por los sentidos; como la escala de siete tonos o notas musicales y los siete colores del arcoíris, así es como el ocho representa el comienzo después de un fin aparente, es decir, da inicio a la siguiente octava en las estructuras organizadas en siete partes; regresando al uno evolutivo o decadente, es una ley que opera entre los hombres y en el cosmos, por eso se dice que el número representa la eternidad… 

El símbolo del número ocho, tiene la forma vertical del símbolo que se le ha dado al infinito, mismo que no tiene principio ni fin y cuyo trazo se mueve sobre la misma línea ya sea en forma ascendente o descendente; lo que no significa que se trate de algo fijo que permanezca en el mismo lugar; al contrario, como todo, se mueve en el tiempo de su recorrido, por lo tanto, crece o se deteriora, evoluciona o se atrofia.  

Esta justicia nos dice que tenemos que aprender a distinguir cuando nuestra energía aumenta o se deteriora; que nada puede permanecer igual y constante; en todas partes y en todo hay que aprender a nivelar los sentimientos e intenciones, asumir lo que nos toque y continuar el camino sin la carga de la culpa. 

El ocho ha inspirado la creación de escenarios tan bastos como el del tablero de ajedrez que se encuentra dividido en ocho filas por ocho columnas. Lo alude Jorge Luis Borges en un poema que lleva el nombre del juego y que termina como justamente me hubiera gustado terminar este texto: 

“Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. 
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonía?”. J.L.B. 

Luna Godel 

26.09.2021 

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